martes, 28 de julio de 2009

Capítulo Tercero - Accidente



Acacia bajaba las escaleras a zancadas y gran velocidad de dos escalones a la vez. Mientras corría apurada y llegaba al recibidor se asomó por una ventana al pie de las escaleras y observó que el carruaje de Ariel ya no estaba aparcado en el pequeño terreno destinado a los transportes, a un lado de la casa de sirvientes para que los cocheros pudieran pasar la noche en una cama y no en el mismo carruaje. Volteó hacia el pasillo que daba a la sala y cocina y corrió a través gritando el nombre de su cochero.

- ¡Cassius! Necesito salir de la mansión en este momento, es de crucial importancia, ¿dónde estás? -

Mientras la joven corría hacia el exterior de la casa, en su dormitorio, Cassius yacía dormitando.

De 55 años Cassius ya no era ningún niño y estaba bastante amargado. "La edad" pensaba entre que abría la boca y hablaba a regañadientes.

Entresueños, él se veía a sí mismo hace unos años en su pueblo natal, Witchlock. Mary, su esposa se encontraba tendiendo la ropa y los niños jugaban con los perros, 3 Basset-Hounds, "Tremendos animales"...

- ¡CASSIUS! ¡VEN YA A CENAR! -

Mary gritaba a lo lejos, se acercaba él, pero no se movía, caminaba pero no llegaba a la casa, fue entonces que las brasas salían de la casa, los perros aullaban descontrolados, escuchaba los gritos...

- ¡CASSIUS! ¡CASSIUS!... -

- ¡CASSIUS! ¡Despierta ya! Necesito que me lleves a... Hombre, levántese de una buena vez, no tenemos tiempo, y no me mire con esos ojos de pistola, no estoy de humor para su mal genio. -

- Si señorita...-

Mientras el hombre se levantaba de su cama miró atrás a una fotografía ya bastante desgastada y de los bordes quemados, mientras la miraba una lágrima recorrió sus mejillas y suavemente, con la yema de su dedo índice acarició la cara de la mujer retratada en aquella imagen. Tomó su saco, la señorita no lo haría viajar poco, no era su estilo ir de compras al mercado del pueblo...

Observó un espejo en su puerta, sus arrugas eran cada vez más prominentes, sus ojos, negros como la noche misma contrastaban con su plateado cabello y barba como la Luna misma. Su nariz alargada y aguileña mostraba aun más su rostro huraño, pero, cuando se le acercaba a Cassius se alcanzaba a ver en su mirada una tristeza profunda, un arrepentimiento de aquel que destruye a cualquiera. Su saco, rojo escarlata y el bastón que le regaló su suegro en su día de bodas, grabado a lo largo "Una bella sonrisa puede devastar a cualquiera... Mary", le tomó con fuerza, se puso su sombrero y salió.

A la mitad de la vereda para llegar al carruaje donde la muchacha le veía, ya muy impaciente, volteó a su pequeña cabaña y murmuró.

- Si claro... Un accidente.-

domingo, 5 de julio de 2009

Sincera Amistad


Bajo una luna llena es que comienzo este escrito... no hay ruido, la media noche ya es pasada y mis pensamientos es lo único que escucho.

Mi vida ha transcurrido y la traición se ha vuelto costumbre, la gente confía y tan sólo pago con dolor, mentiras... y una sonrisa. Me han dañado y los he dañado peor, mis lesiones son temporales, pero las suyas... las recordarán por siempre.

La historia de lo sucedido es muy larga para contar, pero puedo decirle, mi joven lector, que el comienzo es triste y con muchos amargos, sucios y escondidos rincones. Una pasión me llevó al arrepentimiento de mis acciones, y una traición me llevó a sentirme inferior.

La confianza me la entregó mi "Ilusa" y bajo esa confianza fue que destruí a la misma. Con sinceridad parecí moverme pero bajo las sombras mentía, le engañaba y esperé a que se volteara para poder apuñalarla. Fue por la razón más estúpida que una traición cometí, pues no gané nada más que una gran derrota y el puñal de vuelta.

Cómo ha dicho el zángano, el cuchillo que planté... se me regresó perfumado, mi traición fue de vuelta a su verdadero dueño, pero con palabras diferentes y sin mentirme una vez tan sóla. Me ha tomado por sorpresa y cuando menos lo esperaba me habló mi "Ilusa" y en vez de herirme tan sólo me abrazó y con dos palabras arrancó mi orgullo, mi error y mi sentido erróneo de superioridad. Me tomó de las manos y con toda su verdad me dijo.

- Te perdono...-

Tan bellas palabras fueron aquellas que no pude ni entenderlas, tan sólo esperaba odio y desprecio como en todas las demás ocaciones, y sin embargo, tan fácilmente... mi redención llegó.

Yo debería llamarme a mí mismo el "Iluso" pues he sido yo el equivocado, el traidor y el perdonado, aquél que todo hizo mal y por ello tuvo que pagar, no el pago que yo esperaba, no el pago que yo concebía, si no el pago de algo llamado una verdadera y sincera amistad...