
Acacia bajaba las escaleras a zancadas y gran velocidad de dos escalones a la vez. Mientras corría apurada y llegaba al recibidor se asomó por una ventana al pie de las escaleras y observó que el carruaje de Ariel ya no estaba aparcado en el pequeño terreno destinado a los transportes, a un lado de la casa de sirvientes para que los cocheros pudieran pasar la noche en una cama y no en el mismo carruaje. Volteó hacia el pasillo que daba a la sala y cocina y corrió a través gritando el nombre de su cochero.
- ¡Cassius! Necesito salir de la mansión en este momento, es de crucial importancia, ¿dónde estás? -
Mientras la joven corría hacia el exterior de la casa, en su dormitorio, Cassius yacía dormitando.
De 55 años Cassius ya no era ningún niño y estaba bastante amargado. "La edad" pensaba entre que abría la boca y hablaba a regañadientes.
Entresueños, él se veía a sí mismo hace unos años en su pueblo natal, Witchlock. Mary, su esposa se encontraba tendiendo la ropa y los niños jugaban con los perros, 3 Basset-Hounds, "Tremendos animales"...
- ¡CASSIUS! ¡VEN YA A CENAR! -
Mary gritaba a lo lejos, se acercaba él, pero no se movía, caminaba pero no llegaba a la casa, fue entonces que las brasas salían de la casa, los perros aullaban descontrolados, escuchaba los gritos...
- ¡CASSIUS! ¡CASSIUS!... -
- ¡CASSIUS! ¡Despierta ya! Necesito que me lleves a... Hombre, levántese de una buena vez, no tenemos tiempo, y no me mire con esos ojos de pistola, no estoy de humor para su mal genio. -
- Si señorita...-
Mientras el hombre se levantaba de su cama miró atrás a una fotografía ya bastante desgastada y de los bordes quemados, mientras la miraba una lágrima recorrió sus mejillas y suavemente, con la yema de su dedo índice acarició la cara de la mujer retratada en aquella imagen. Tomó su saco, la señorita no lo haría viajar poco, no era su estilo ir de compras al mercado del pueblo...
Observó un espejo en su puerta, sus arrugas eran cada vez más prominentes, sus ojos, negros como la noche misma contrastaban con su plateado cabello y barba como la Luna misma. Su nariz alargada y aguileña mostraba aun más su rostro huraño, pero, cuando se le acercaba a Cassius se alcanzaba a ver en su mirada una tristeza profunda, un arrepentimiento de aquel que destruye a cualquiera. Su saco, rojo escarlata y el bastón que le regaló su suegro en su día de bodas, grabado a lo largo "Una bella sonrisa puede devastar a cualquiera... Mary", le tomó con fuerza, se puso su sombrero y salió.
A la mitad de la vereda para llegar al carruaje donde la muchacha le veía, ya muy impaciente, volteó a su pequeña cabaña y murmuró.
- Si claro... Un accidente.-