
La mañana aparece y comienza a infiltrarse en el cuarto de la joven, donde, por la luz se llegaba a vislumbrar la maravillosa pieza artesanal que era aquella recámara.
Ahí, recostada todavía sobre su cama estaba Acacia, soñando con un mejor presente que el actual y llorando su futuro. Las sábanas, completamente blancas y de seda, resaltaban el color del cabello de la joven. Sus labios, rosados y pequeños, formaban una pequeña abertura por la cual respiraba suavemente.
La puerta, roja caoba con marcos tallados por los bordes, se abrió lentamente y una voz temerosa se escabulló a través del aire que junto con el sonido se adentraba al cuarto.
- ¿Madame? Disculpe usted señorita... pero debo hacer el cuarto, ya es tarde. -
Con ademanes, no muy agraciados, la joven hizo la seña de que se retirara aquél que invadía sus aposentos y la despertaba de sus sueños.
- Perdón señorita, pero las órdenes son del señorito Ariel... -
Acacia abrió los ojos y se sentó en la cama, desarreglada y un poco ofuscada, retiró las sábanas de su cuerpo y colocó sus pequeños pies en la madera de su piso. Levantó su mirada y observó a su allanadora directamente a los ojos.
- ¿Qué hora es María? -
- Las 11 de la mañana señorita. -
- De acuerdo... Si es tarde. -
Se levantó y comenzó a acomodar su cuero cabelludo para poder salir de su cuarto.
- ¡Vamos ya María!, necesito bañarme y vestirme. -
- Si señorita, inmediatamente le atiendo, el agua ya está caliente y en la bañera en caso de que quiera comenzar sin mi. -
- Si, alcánzame para el lavado de pelo, ¿si?-
- Si señorita, ahorita me dirijo hacia allá, sólo debo tender su cama.-
Acacia se dirigió al pasillo fuera de su cuarto y entró a la puerta de a lado que era el baño. Tomó su camisón desde abajo y se quedó completamente desnuda frente a la tina, inmóvil, sólo veía la tina mientras el sol acariciaba su bella piel, pálida, más lúcida a la luz del sol. Con un movimient0 muy agraciado, se sentó en el borde de la tina, acariciando el agua como si fuera un bello tesoro o un amante. Se detuvo y dejó que el reflejo se clarificara, mostrando su rostro, sus ojos, dorados a la luz del sol brillaban en el agua y la miraban fijamente, como buscando algo más que a ella misma. Se levantó y entro a la tina con cuidad0, acostumbrándose a la temperatura del agua para no quemarse.
Tomó una pequeña esponja y con un poco de jabón y gran delicadeza lo pasó por sus piernas y brazos. Mientras hacía esto pensaba en la noche anterior y recordaba la lealtad que había demostrado Ariel en esos momentos de insenzatez.
Miró hacia la ventana del baño y supiró bajo una brisa temerosa y cálida que recorría su nuca y posaba sobre su pecho.
- Ariel... -
Comentó en voz baja mientras sus pensamientos divagaban en las penumbras de sus memorias. Recordaba en esos momentos un día de otoño hace unos 4 o 5 años según ella.
Era 24 de agosto, el cumpleaños de su padre, los niños jugaban bajo la sombra del gran roble en la colina y los adultos reían estruendósamente en la mesa, tomado té y comiendo galletas... pero alejada de todo esto estaba Acacia, leyendo un tomo de misterio y terror construído por el gran escritor Edgar Allan Poe, poemas e historias prohibidas en su casa y aun así ella desafiaba las reglas para poder leerlas.
- ¡Acacia!-
Una voz profunda y grave se escuchó como trueno en tormenta a unos cuantos pasos de ella.
- ¿Mande?...-
Contestó temerosa la niña, como esperando pedradas o alguna clase de agresión física.
- ¿Qué estás leyendo?
- "El gato negro" de Edgar All...
- ¿QUÉ TE HE DICHO DE LEER ESO EN ESTA CASA?
- Lo sé padre pero..
- Nada de "pero"... ¡A la cama sin cenar!... ¡Y dame ese libro!
Regañada y un tanto avergonzada Acacia se levantó y se encaminó hacia la casa donde una sirvienta la esperaba para escoltarla. Al llegar a su recámara encontró a un joven que poseía unos ojos verdes como pasto, frente a los cuáles ella se sintió desnuda y avergonzada.
-¿Quién eres?, ¿qué haces en mis aposentos?-
Con ternura y una caballerosidad impecable el niño besó la mano de la muchacha y dijo con voz melodiosa aunque a la vez poderosa.
- Mi nombre es Ariel Volodya de la casa Phantomhive, disculpa el atrevimiento, pero había escuchado de tu belleza y quería comprobarlo...-
Tras esto la joven enrojeció y bajó la cabeza sin saber qué decir o cómo actuar, lo miró y abrió la boca como intentando decir algo, pero antes de que cualquier sonido saliera de su boca Ariel puso un dedo sobre sus labios y le dijo.
- No es necesario hablar, ya le he faltado mucho el repeto el día de hoy mi señorita, espero verla pronto. Por cierto, quizá deba esconder los libros en un lugar menos obvio que debajo del colchón... quizá debajo de un madero.-
Tras esto el joven se marchó del cuarto y sus pasos recorrieron la casa hasta que se escuchó el sonar de la puerta.
Con esto la joven regresó a su tiempo y mirando la ventana del baño pensó.
- Ariel... Debo disculparme con él-
Poe es la neta, ¿cómo que se lo prohíben? jeje.
ResponderEliminarSigue adelante. Me está interesando tu historia.
No había tenido el tiempo de leerla con atención... pero me atrapó, ahora que le pude dedicar la calma que una historia merece.
ResponderEliminarCoincido con Milo ¿cómo alguien puede prohibir a Poe?
Ponte a pensar en una familia donde el mudo es rosa y colores pastel........ Got the picture?
ResponderEliminarBueno, luego entenderán más... pero luego muahahahaha
Eso es trampa!! Pero está bien, así se gana uno a los fieles lectores
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