Tus ojos, canela pura, me encuentran al otro lado de la sala pero, no emiten seña alguna de interés, simplemente recorren el recinto si prestar total atención a las diferentes criaturas y costumbres que se han albergado tan intrínsecamente en este espacio.
Mientras camino en medio de humanos y muebles, me acerco lentamente a las bebidas pero no sin antes buscar tus rosados labios, sonrientes, pero sin expresión verdadera. Inmediatamente el baile y la música de mis pensamientos toman el ritmo de mi corazón que, cual bandoneón argentino, canta a un compás de tangueo y seducción, pero no se elimina la duda, de si dicho tango sea un fracaso total.
Al igual que el resto de los seres presentes, tengo un interés, pero el mío va más allá de la carne, del placer... o de la simple compañía. Mis ideales son superiores y por ello casi imposibles. La pista de baile está frente a nosotros y la pieza me lleva en un andante un tanto moderatto pero siempre creciendo.
Paso tras paso los violines en escena me acompañan. Cada vez más intensos, cada vez más stacatto. Acaban los requintos de la guitarra acompañante dando pie a un forte en mis intenciones. Sin embargo, al momento en el que tu mirada se encuentra con la mía, mis intenciones caen en un súbito piano y de ahí prosigue un diminuendo hasta que mi pieza pierde toda la fuerza antes obtenida, solo sigue el piano de mis pensamientos tocando acordes menores y "b" moles de preocupación.
Mis palabras se quedan mudas, como si mi orquesta hubiera tenido una terrible tragedia y todo el escenario hubiera caído encima de ellos... las dudas me invaden y me pregunto si habrá sido buena idea dirigir este concierto y bailarlo al mismo tiempo... seguramente no. Quizá haga falta un Da cappo...
Pero al ver tu sonrisa, ahora expresiva, seductora y compasiva, me llenan los compases incesantes del bandoneón, las emiolas y los calderones marcados en la partitura mi boca, entonces mis palabras fluyen y attacan con emoción las entradas marcadas por el director.
Mientras se llega al finale la unión de ambas melodías, la de ella y la mía, comienzan a ayudarse con percusiones que provocan un ambiente excitante y elegante al mismo tiempo. Nuestra música se acaricia la una a la otra e intercambian notas como si de besos se tratara. Los compases y sistemas se entrelazan y las orquestas, completamente diferentes, mueven asientos e instrumentos.
Las afinaciones de nuestras tesituras conjugan la una con la otra compensando las fallas de los individuos. Las cuerdas de los violines sólo causan deseo y un acercamiento desafortunado al desenlace, guiando compás por compás, a ambos directores.
Con un mezzo forte en el piano y un cambio en la armadura, el éxtasis y clímax de este concierto llega a los intérpretes, que no podemos contener al maravilloso sentimiento de inspiración que nos inunda mientras que regresábamos a la sala inicial.
Nuestros cuerpos no se tocan, las miradas no se despegan, pues ambos escuchamos lo que nuestra orquesta logró. Entonces rompí el silencio entre nosotros:
- Hola, me llamo Edgar, y ¿tú?-
- Estefanía...-
"Esos ojos que me miran, que me dejan sin aliento, que me encierran en las notas de este tango del deseo... es tu aroma que acaricia este cuerpo que se mueve al ritmo de tus besos".
- El Cuervo de Poe (Tango del deseo) -
Bueno, a pesar de estar ausente TODOS estos meses, su amado Ocioso ha regresado. Espero disfruten este escrito Damas y/o Caballeros
ResponderEliminarMe encantó. Gracias por tu tiempo y cariño, nunca lo olvidaré...Te Amo
ResponderEliminarTu Amada y Siempre Tuya
Estefanía
"Amado Ocioso", buen escrito. Namás que tu blog de fondo negro y letras blancas minúsculas me está dejando bizca :P
ResponderEliminarPero prometo hacer mi mejor esfuerzo y leerte más seguido. ¡Saludos!