miércoles, 25 de febrero de 2009

Extraña Inspiración


El lugar no fue elegido, el momento inesperado, pero te encontré varada, sin rumbo, como náufrago en una sociedad de injurias y juicios sin sentido. Te vi diferente, algo que no pertenecía al cuadro, como una rosa en invierno, no es esperada, ni aceptada, pero es envidiada. Yo observaba y adivinaba tu personalidad, tu mente y tu alma. 

Decidí tomar el primer paso y en vez de juzgarme, odiarme o dudarme, preferiste sonreír e invitarme a conocerte. Al irte hablando me di cuenta de lo diferente que eras de los demás, de qué era lo que pensabas y qué era lo que sentías. Observé tu fortaleza, tu indiferencia, me asombré de tu inteligencia y me enamoré de tu presencia. Parecías muy fuerte y como si no temieras a la muerte, la fragilidad de tu persona no se veía fácilmente. 

Muy dentro eres débil, eres cariñosa, en busca de ayuda, de una mano, una luz o una esperanza. Eras tal cual aquella rosa en el invierno, por fuera peleas contra la nieve y el viento y por dentro sólo buscas un sol, una gota de agua. Buscas confianza y pasión, algo que te diera una razón para continuar, para vivir. En esta sociedad de frustración te sentaste sin esperanzas y entonces sin buscar, se acercó a ti un amigo y la mano te ofreció.

Inspiro en ti este escrito, que hice una mañana trágica, con una misa, con una muerte, pero vamos que en el aire hay algo, es una extraña inspiración que me llega de tu recuerdo...

martes, 17 de febrero de 2009

lunes, 16 de febrero de 2009

Ilusa


La realidad es sencilla y vengativa, tú dejaste un tesoro atrás, un tesoro que no te merecías.

Recuerdo tus besos, tus ojos, los sueños e ilusiones abandonados en el aire, tatuados con mi sangre. Has dejado atrás este tesoro para recojer una basura, no has visto la realidad y te has negado la felicidad. Aquella basura que has encontrado, podrá ser que te tenga todos los días, que pueda tocarte y olerte, pero ella nunca podrá llenar aquello que dejé, nunca podrá ser lo que yo fui, no completará tu presente como yo lo hice con tu pasado. Un pasado que te marcó, que te condenó, es un pasado que sigues y un pasado que amas.

Te has quedado incompleto, pero te doy la llave, si eso es lo que quieres te doy la solución, quédate con tu ilusa, si ella quiere. Pero vamos, te voy a proponer un trato, no le vayas a mentir, cuéntale tu pequeño secreto, aquél que has escondido, el secreto de un desaprovechado. Muéstrale el fuego que amas, fuego que nadie más tiene, llamas que sólo tu enciendes. Tu vas a continuar con tu escudo de mentiras, besándola, minténdole y diciéndole, diciéndole que la amas. 

Sólo tú puedes tomar decisiones, enfrentarte a tu pasado, regresar a tu hogar donde yace la flama inmortal, aquella que no dejas de amar. Aquélla, aquella belleza inmortal de ojos pardo, esa eterna, esa, esa soy Yo...


Relato inspirado en el poema "Ilusa" escrito por Amarande Riojas Orozco

domingo, 15 de febrero de 2009

Noche Intranquila


El llanto ahogado del infante, proveniente del cuarto de a lado me despertó, con miedo y cobardía bajé y me alejé de la comodidad y seguridad que proporcionaba mi cama y me acerqué a la puerta que conectaba ambas recámaras, y con mi pequeña mano tomé la perilla. Asustada y temblorosa dudé un instante en entrar, pero mi curiosidad humana, me llevó a tomar la decisión de adentrarme en los oscuros aposentos de mi pequeño hermano. Caminé ni siquiera 3 pasos cuando encontré que la raíz de llanto provenía del armario, y al acercarme el volumen aumentaba equilibradamente.


Tomé la puerta corrediza, la abrí y descubrí al perpetrador de mis sueños, ahí estaba la pobre criatura, encorvada y lloriqueando, balbuceando palabras que ni él mismo podía entender.

- Ya, ya. Basta ya de llorar, ten calma, shh... -

Le decía para que se calmara, lo tomé en mis brazos y le pedí que no se preocupara ya, que estaba yo a su lado y que ya nunca estaría solo. Levanté su cara y vi en sus ojos soledad, una soledad que me carcomió el alma y me llenó de tristeza.

- ¿Por qué lloras pequeño?, ¿por qué has dejado de soñar? -

Le tomé las mejillas y con suavidad limpié sus lágrimas, las más sinceras que he visto, las más puras que existen, las lágrimas de un niño. Mientras lo abrazaba recordé, recordé la soledad en la que se encontraba, la tristeza que le pesaba y la falta de un padre que añoraba. El padre del infante era el propio, pero yo tenía que ser la fuerte, yo tenía que ser la que lo ayudaría llevar esta carga.

- ¡Vamos pequeño!, levántate del suelo que solo vas a pescar un resfriado. -

Lo tomé de la mano y lo regresé a su cama, lo acobijé y le pedí que ya no llorara, que sólo recordara los buenos momentos y que olvidara su ausencia, que recordara como era, que recordara que a él no le gustaba que llorara.

Me dispuse a retirarme pero aquél me tomó la mano y con la mirada me rogó que me quedara. Asentí y me introduje en su cama y abrazándolo cuidadosamente me coloqué a su lado. Al pasar las horas él se quedó dormido, él ya no lloraba y estaba en calma, aquél que había sufrido ya estaba en paz, habría de dormir ahora y despertar mañana