viernes, 3 de abril de 2009

Sólo por soberbia


Me encuentro caminando, segura de mi persona y de mis ideas, pensando en que quizá esté ya todo listo, que esté preparada para enfrentar a mi reflejo, ponerme un alto y poder crecer. Paso una vereda y veo un cementerio, me trae recuerdos de una época de tristeza y otra de felicidad, y me congelo al pensar que algún día yo estaré ahí. No importa, puedo hacer esto, puedo seguir adelante. Doy un paso, el siguiente y el siguiente, una secuencia que me acercan cada vez más a esas tumbas silenciosas y pacientes.
Soy la culpable de todo esto, la gente que amo se encuentra a mi alrededor, dormida, la gente que estaba para mi, que me ayudaba, y, sin pensarlo tan sólo les negaba, "no lo necesito", "puedo manejarlo"... Sigo caminando y volteo a mi derecha, me congelo y no puedo moverme, aquella lápida enfrente de mi, aquel nombre, aquella persona, la enterré, la pisé en con mi soberbia y brinqué sobre ella. Estoy rodeada, todas a mi alrededor, todas las piedras, todos esos nombres, es algo que yo hice, y que me persigue sin dejarme esconder.
Debo huir, no puedo con la culpa, los remordimientos y la vergüenza de lo que hecho, corro, rápido, buscando una salida,  un refugio y en mi desesperación pierdo mi camino, pierdo el piso y caigo...
El golpe me aturde, caí contra algo fuerte, madera, mi cara contra ella, me duele el cuerpo y no quiero moverme, no quiero regresar, sólo veo la madera, me volteo, miro el cielo y no puedo creerlo, estoy en un agujero de esos de los que estaba huyendo, trepo rápidamente fuera de él, sola, miro hacia atrás, al agujero en el que me encontraba y busco la lápida.
Al mirar no conseguí evitar este sentimiento, me privé de mí misma, el dolor, el recuerdo de aquellos días, la persona en esta tumba, él me lo entregó todo, siempre a mi lado, siempre en mi regazo, aquel que con tal de ayudarme dejó su salud y en mi ceguera le decidí ignorar, creí estar viendo a futuro pero mi orgullo me dejaba ciega, las lágrimas limpiaron mis ojos y recorrieron mi cara hasta alcanzar el cuello y recuerdo como sentir arrepentimiento.
Ya no lloro, el llanto se vuelve cada vez más fuerte hasta convertirse en un alarido, intenso, no puedo soportarlo y pienso en él.
Me callo unos momentos y le pido disculpas por no haber aceptado, quiero que vuelva, mi gran confianza, mi gran cariño y espero, espero una respuesta y el silencio me otorga una decisión... Tomaré mi vida en control y ya no dañaré más, me pongo de pie y me alejo, me pongo a pensar y me detengo, un golpeteo, un suave sonido detrás mío, pongo atención y escucho gritos de desesperación a lo lejos, regreso al ataúd y descubro que provienen de él, le llamo desesperadamente, golpeo con todas mis fuerzas su prisión pero no es suficiente, debe haber algo, una pala recargada en la lápida, la tomo y me dispongo a partir la madera. Pido disculpas mientras la madera se parte, me arrepiento y recuerdo un sentimiento de humildad.
Se parte la tapa en dos partes, lo veo ahí acostado, esperando, lo tomo de las mejillas y mis lágrimas caen sobre su rostro, él sólo se levanta, me abraza y me susurra al oído "Sabía que no olvidarías recuerda en pedir ayuda".
He logrado enfrentarme a mí misma, no puede hacerlo sola y ya no seré soberbia.
Conseguí crecer, y ahora acompañada... continúo viviendo

1 comentario:

  1. Por cierto, cambié este texto porque es acerca de una mujer, el narrador es una muchacha que conozco.

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