miércoles, 25 de noviembre de 2009

Heme aquí


Heme aquí, lidiando con la cuita que el hado me ha impuesto. Vagando por las calles de una ciudad que no tiene idea de mi existencia. Una ciudad que vive de vicios, de querellas y de oprobios. Nadie tiene mayor interés que el que tiene por sí mismo. Ensimismado y aún caminando sin rumbo, cruzo mi camino con quien reclama ser un prócer personaje, un sempiterno ser, me he encontrado con la única persona que representa el cesar de la vida, la Muerte.

En figura de la que alguna vez fue una bella mujer pero que el tiempo le otorgó la raquítica apariencia que hoy porta, aunque conservando un espíritu núbil y cierta lascivia. Solamente puedo contemplarla quietamente, fijando mi mirada en sus ojos, tan vacíos, y observar lo único que desea; pude ver el vehemente deseo por poseer mi alma. Aquello que muchos religiones deifican y llegan a reclamar como nuestro; aquello en lo que nunca creí pero siempre presentí que se encontraba dentro de mí, por fin me iba a ser arrebatado.

̶ ¿Qué quieres?

Fue lo único que pude decir. Estúpida pregunta, ya sabía la respuesta.

̶ Quiero liberarte.

̶ ¿Liberarme, de qué?

Y con una voz de susurro, apenas la escuché decir:

̶ Liberarte de la dependencia de tus huesos, de una corazón, del aire y del yantar para vivir. Quiero cesar tu existencia en esta realidad, que tu familia llore en las exequias que te dedicarán y llenen su mente con preces para tu eterno descanso.

Con lágrimas queriendo salir de mis ojos, respondí:

̶ Pero, ¿por qué quieres que muera? Aún me quedan años para vivir, ¿o no?

̶ ¿Vivir? ¿Puedes llamarlo “vivir” en este mundo de ingente sufrimiento, con tu maldita depresión eterna? Simplemente eres patético, no eres digno de tu alma.

̶ ¡¿Qué dices?! En ningún momento he tratado de ofenderte, y pensar que en alguna ocasión llegué a inmolar personas para tu favor. Cual montaraz hombre de una civilización perdida, pensé que sería de tu agrado.

̶ No es parte de los hombres tratar con la vida de los mismos, más que con la de uno mismo. Es evidente que tú no eres acreedor del respeto de nadie, ni mío ni de los tuyos. No eres ni siquiera acreedor al derecho sobre tu alma, has desperdiciado tu vida cometiendo errores, tan inteligente eres capaz de verlos pero no enmendarlos.

̶ Entonces, tú podrás ayudarme. ¿No es así?

Me encontraba en una desesperación total, como un bajel a la deriva. Simplemente no podía perder todo lo que conozco, lo que he amado, tocado y pensando; no podía perderlo todo en un instante.

̶ Ahora que me presento es cuando buscas ayuda, nunca tuviste la decencia de valorarte como eres. No puedes pedir ayuda para que aprendas a valorar. Ver un espejo y observar a los ojos a un extraño que te mira fijamente, conocerlo y quererlo, es simplemente imposible para ustedes. Lo primero que buscan es el tahalí donde yace la espada que dará muerte al extraño. ¿Cómo no serán un pueblo de la guerra si la guerra es declarada sólo por ustedes hacía ustedes?

̶ Pero, no logró entenderte. Sólo sé que prefiero beber el peor tósigo antes que verte llevar mi vida fuera de este mundo.

̶ Mejor ejemplo no pude haber dado. No vengo a ayudarte pero puedo destruir tus dolores y sufrimientos. Cuando sólo sufres en la vida, sin encontrar algún haz de luz que prometa esperanza; cuando así sufres, ¿para qué vivir? Es la única forma en que te puedo ayudar, pero te causo miedo e incertidumbre. ¿No es esto lo que has reclamado con tu propia destrucción? Ahora, no rechaces el final que tu propia mano ha venido forjando.

̶ ¿No tendré alguna oportunidad? ¿Es que no conoces la misericordia?

̶ Aun entre tu gente no había encontrado a un ser tan ignorante. Con 36 años de oportunidades, ¿todavía reclamas misericordia cuando ella te ha besado la frente tantas veces? Eres ciego ante el amor, yo, un ser oscuro, puedo sentirlo a mayor cantidad que tú, que estás hecho para amar.

̶ Amaré a cuanto ser pueda, lo ayudaré y protegeré. Prometo cambiar, ser mejor.

̶ ¿Te podré decir que vivas el resto de tus días como religioso y lleves el mensaje a cuanta alma puedas?

̶ Así lo haré, lo juro.

̶ Jajá, vive como quieras.



̶ Y heme aquí, pudiendo burlar a la muerte.

̶ ¿Y has cambiado en algo?

̶ En realidad, no.







Este pasaje fue redactado por mi buen amigo Alan Daniel Mosqueda Cruz, a quién admiro y estimo. Un verdadero amigo, de aquellos que sólo se pueden contar con una mano. Le agradezco que me deje publicar su obra y con el mayor aprecio le saludo.


martes, 24 de noviembre de 2009

Susurro


No pasaban las 10 de la noche cuando, en una choza vieja y llena de goteras, cayó un rayo que despertó mis más grandes temores de un salto para regresar después al perpetuo sonido de las gotas cayendo en el techo de madera de la vivienda.

Levanté la mirada y observé mi cara reflejada en un espejo de agua encharcada a mis pies. Durante unos momentos pude observar cómo los años me habían ya afectado y mis barbas crecían descuidadas y alborotadas desde mi barbilla hasta la cruz de Santiago que me regaló mi hermana en mi plenitud. Las arrugas ya eran prominentes y no era de sorprenderse pues contaba con 67 años y la edad no me estaba tratando con ligereza. Los viejos harapos y mis manchados zapatos hacían juego, mi sombrero, una hermosa pieza de tela negra con un estampado de rayas blancas verticales a su alrededor y el corbatín me hacían ver como un hombre elegante aun en la pobreza y vejez.

Decidí que el día siguiente sería difícil pues tenía que ir por leña y a pedir comida, cabe aclarar que jamás me dignaría a mendigar, voy a un refugio para ancianos. Tomé mi sombrero y mi saco y los colgué en el perchero disponiéndome a irme a dormir, entonces volteé y fijamente observé la figura de mi amada, ya hace mucho tiempo lejos de mi, casada con otro hombre y en la soledad me dejó pudriéndome.

No podía creerlo y supuse de manera lógica que estaba alucinando, volteando hacia el agujero en mi techo y mirando el cielo recordé su tersa faz inmaculada. Un suspiro surgido de lo más profundo de mi alma escapó por entre las impenetrables puertas de mis labios y susurré su nombre al infinito. Escuché atentamente... eco... silencio.

"Sabía que no podía ser ella", dije para mí y regresando la mirada me sorprendió el encontrarla nuevamente posada frente a mi, quieta, inmóvil y con la misma mirada tan profunda que siempre tuvo.

- ¿Qué haces aquí? Hace mucho tiempo ya enterré tu recuerdo, ¡déjame en paz demonio! -

Intentando escuchar respuesta permanecí en silencio... pero ella también, tan sólo me miraba con esa paz y tranquilidad que llevaba.

Me hinqué a sus pies y le rogué que me explicara qué hacía ahí, que qué quería de mi si ya olvidado estaba y mi amor no era más que una piedra en su camino, y ante todo esto inmutable se quedó, no expresó sentimientos y esto me desesperó.

Comencé a gritarle, le recordé que yo era quien en verdad la amaba, ¿qué hacía con ese patán? le reproché y decidí que simplemente no valía la pena sufrir por ella.

- Puedes retirarte, no es difícil encontrar la salida... Por favor deja mi vida y no regreses jamás...-

Pero ella se quedó como congelada frente a mi y ni un milímetro movió su expresión, y en sus ojos me vi, vi mi rudeza y falta de respeto y nuevamente me hinqué ante ella, pero ahora le pedí perdón, le pedí que no se fuera, que entendiera a este viejo granuja que no tenía ni en qué caerse muerto, que los celos me consumían y que no soportaba el haber perdido todo buscándola y encontrarla casada a otro hombre... Pensando en esos celos fue que cometí un gran pecado. Sentí ira, ira contra ella y contra lo que representaba, la odiaba con toda mi alma y no podía permitir que alguien... no, algo tan ruin como ese ser viviera.

Me retiré a la puerta y tomé el hacha que ponía en la paragüera vacía para cortar leña, la agarré con fuerza y perfile un gran golpe contra su cabeza. Al realizar esto miré su rostro y una lágrima fría recorría su mejilla... una sola lágrima. Caí de rodillas dejando el hacha a un lado de mí y me di cuenta que por semejante estupidez le iba a cortar la cabeza a mi amada... ¿Amada?

Estaba seguro de haberla amado, pero jamás la dejé ir. Yo no la había amado, me había obsesionado y ahora, llegado el momento, me dejé llevar por mis instintos e incluso amenacé su vida. Nunca fui un santo, pero jamás creí llegar a tales extremos. Me puse en pie y con los ojos cerrados le dije:

- Nunca necesitaste ayuda, me vendiste para salvarte. Los ángeles como tu mienten para mantener el control. He vivido hambruna, miseria y miedo, y nada pudo enseñarme mejor a vivir que el estar sin ti. Hasta ahorita sólo me lamentaba pero ahora me doy cuenta que tu silencio y el eco del mismo me susurran que soy libre, que mi vida es mía y de nadie más, que tú no puedes arrancármela y que no permitiría si lo intentaras... Mi nombre es Elliot Leo Hassler, y en honor a ese nombre es que te despido. -

Un silencio sepulcral me hizo abrir los ojos y encontrarme con la penumbra total, mi vela se había agotado y necesitaba reemplazarla.

Al prender una nueva observé el cuarto vacío, cómo si nadie hubiera pisado este lugar en unos días y bajando la mirada volví a ver el suelo, el charco que estaba a mis pies y me dejaba ver mi reflejo.

Mis cabellos eran negros, la mirada joven y llena de vida, mi traje estaba en perfectas condiciones y mis zapatos recientemente voleados. Mi sombrero estaba recién comprado y mi juventud se notaba en mi cara. Fue entonces que un susurro escuché y sabiamente al oído expresó:

- Vete ya, no más tiempo pierdas aquí que 50 años fueron suficientes, recuerda tu lección y vive con ella... -

Un trueno cayó detrás mío y efusivamente di un salto y cerré mis ojos... los abrí y me levanté de mi cama con extrañeza.

- Quizá un sueño fue... -

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Le Fragile


Esta música se me hace hermosa, pero está medio depresiva, la pongo para que acompañen la lectura de abajo, considero que hará un poco más impactante así lo que lean.
Ciao, espero disfruten como yo lo hago.

martes, 10 de noviembre de 2009

Nadie me dijo cómo moriría...



Nadie me dijo cómo moriría...

Por primera vez en mi vida me abro, lo hago ante usted mi lector, le dejo mi vida a su criterio, una vida escabrosa y llena de errores. Errores que espero pueda comentar con sus seres queridos.

A mis cortos 6 años de edad, la muerte de mi padre desenterró poco a poco un sentimiento de inferioridad en mi, busqué la felicidad en parecerme lo más que pudiera y a pensar como él. Siempre me decían lo mucho que me parecía... pero, yo lo veía mejor, no importara cuánto me le pareciera... yo no me le acercaba.

Los 6 años después de su muerte fueron extraños, una madre sumida en depresión y permisiva, intentando acercarse a sus hijos sin poder conseguirlo del todo. ¿La escuela?, bueno, esa no iba por buen camino en lo absoluto. Casi no tenía amigos y me sumí en un mundo de libros extraños, mi familia no sabe lo que he leído, hasta donde llega su conocimiento sólo he leído cosas de zoología e historia. Leí psicología, muchos temas y a través de relacionarme con mis compañeros vi como lo que leía en Internet de hecho era verdad.

La manipulación se volvió costumbre y ello atrajo varias decisiones a una edad muy temprana. A los 13 años comencé a crecer, mi voz se agravó y descubrí que la gente me tenía miedo. Erróneamente en vez de aprovechar eso y hacerme de aliados, descargué toda mi furia acumulada de varios años en todos aquellos que osaran intentar dañarme. Descubrí que la mente del infante era muy frágil y lastimé a muchos... una de ellas se suicidó.

Nadie me dijo cómo moriría... pero ya me estaba haciendo la idea.

Para cuando cumplí 14 años, ya había hecho todo lo necesario para poder haber muerto, fumaba, me drogaba y tenía relaciones sexuales con aquella niña que se dejara en un ideal estúpido de que me amaba... Pero a pesar de que yo creía estar disfrutando de la vida, me doy cuenta ahora de que no hacía nada más que gritar por ayuda, ayuda que no podía conseguir fácilmente, toda esa psicología que había leído no la estaba aplicando a mí mismo. ¡Genio!

Un día conocí a un muchacho, aquél humano me molestó de de tal manera, no es que me haya hecho nada, sólo su presencia y manera de moverse me hizo detestarle, su novia por igual... Decidí intentar algo nuevo, en vez de lastimarles, ¿cómo sería volverme su confidente?

Durante 6 meses me vi planeando esto, me convertí en su amigo, conseguí su confianza, y comencé a mover piezas. Una para allá no haría mal, este chisme aquí haría mejor... logré hacer que ella desconfiara de él a tal grado, que decidió engañarlo conmigo, y luego yo fui a decirle a él, como "buen amigo" que yo era. No pudo contenerlo, y golpeó a la niña, nada serio, un bofetón nada más y a mí no me hizo nada, tan sólo me miró y me dijo con la mirada clavada en mis ojos, "No te perdono, te odio, pero te lo agradezco". Fue entonces que me volteé con ella para agacharme de frente a decirle "Esto se lo traen encima ambos, por ser tan confiados, espero aprendan la lección y ojalá el hecho de haberlos separado no les afecte mucho..."

Mi vida siguió un paso muy similar durante unos años más, pero un evento significativo para mi desarrollo quizá sea el siguiente. A mis 16 años conocí a una hermosa muchacha pelirroja de ojos verdes que caminaba con mucha gracia, sin embargo con grandes aires de grandeza. Desprecié su actitud inmediatamente y decidí que podía cambiársela, que yo podía hacer que esa mujer, joven... niña, entendiera lo que yo había pasado, no podía pensar en algo peor que mi vida y tenía que hacerle pasar por algo que se pareciera.

Comencé fácilmente, una sonrisa, un atuendo, el escucharle y estudiarle, sus movimientos, expresiones y manera de hablar, también tuve que entender al novio, tenía que ser como él, pero mejor. Todo iba según lo planeado hasta que conocí a su mejor amiga. Esta mujer comenzó a interferir demasiado, se dio cuenta de lo que yo hacía y la ayudaba a componerse. Debido a esto un plan sencillo de 4 meses se tuvo que alargar a unos 6, no me preocupaba demasiado, sin embargo me quitaba mucho tiempo. Para lograr mi objetivo tuve que juntarla con un muchacho y después hacer que pareciera que le fue infiel a su novio. Eso le quitó la confianza de su mejor amiga y terminó por decirle que no podía ni dejarla cerca de su novio por miedo a que se le fuera a "lanzar". ¡Fue grandioso!

Para mí ya no habían más obstáculos y yo fui quien la ayudó en su dolor de tener una amiga traicionera, fui yo el que estuvo para ella en todo y gracias a eso conseguí un puesto al que pocos llegaban, yo ya no era su mejor amigo, era su adjunto, a donde fuera yo, ella iba y por eso comenzaron los enfrentamientos con su pareja. A causa de eso prefirió pelearse con él en mi defensa y terminó por besarme en la cara del joven, a esto él se retiró y me dejó el paso libre.

Sus calificaciones bajaron, los lugares por donde se movía cambiaron, su ropa fue cambiando y sus hábitos también. La gente a su alrededor se preocupó y ella comenzó a mentir.

Para ella yo era todo, sentimiento que me hacía regocijarme e hinchar mi ego a tal punto que me sentía capaz de manipular lo que fuera. Ya cuando ella había decidido defender nuestra relación ante sus padres y amigos, pelearse con todos ellos al grado que casi la corren de su casa, el haberme entregado su virginidad por la simple razón de que ella me "amaba con todo su ser" y de haber desecho todas sus amistades, sin hablar de sus hábitos académicos y de salud, decidí que era tiempo de dejarla, ya me aburría, ya sólo decía que yo era su mundo y eso me provocaba náuseas.

Un día la tomé de los hombros y textualmente le dije las siguientes palabras, "¿Te das cuenta de lo tonta que eres? Ni siquiera eres capaz de saber quién te manipula para hacerte pelear con todos los que de hecho te aman, no te portaste mejor que una escoria con tus amigos y con tu novio, le fuiste infiel con una persona que sólo quería hacerte ver todo lo que tenías para que lo tiraras por la borda... y bien hecho, ya está realizado, yo no te amo, te desprecio y espero que estos 7 meses te hayan ayudado a darte cuenta de lo tonta que te viste".

No pasaron 2 semanas cuando me dijo un amigo que se había suicidado, aventada de un sexto piso y se abrió la cabeza.

Nadie me dijo cómo moriría... pero seguro no sería como quisiera, la mitad de los que me rodean han muerto, y la otra mitad me detesta... o al menos eso pensaba yo.

Pensé durante un tiempo en suicidarme, las personas que yo había querido se habían ido, y no hacía nada más que lastimar a otros, puse cuchillos en mi cuello y me llamaba cobarde por no atreverme a cortarme nunca. Pasé así 1 año entero, lastimándome más, sin poder llorar, ahogándome en mi propia miseria durante todo ese tiempo... Fue entonces que mi mejor amigo me tomó de la ropa, me levantó y comenzó a golpearme la cara repetidamente hasta que él, llorando, me dijo "Déjalo ir... te estás lastimando y todos los que te rodeamos." Esto fue un altercado completo en mi vida y provocó un cambio radical. Juré no lastimar nunca más a mis seres queridos y que no mentiría mientras estuviera consciente de mis acciones.

Conocí después de eso a una mujer, todo en ella me encantaba pero todos mis amigos me advertían, me dijeron que sólo me lastimaría. Seguí mi camino pensando que era una coincidencia y que no debía importarme, pero la moneda se dobló y el traicionado y engañado fui yo, la mujer que decidí querer se enamoró de un amigo mío y felices son ahora... pero, yo no sabía qué hacer, golpeé paredes, maldije al cielo, me desquité con todo el mundo que pude, hasta que recordé quién se había parado a mi lado.

Durante mi enamoramiento conocí a una señorita de gran educación, refinada en su manera de hablar y de movimientos agraciados. Esta dama se volvió mi amiga muy rápido, confié en ella y comenzó a atraerme, pero yo no permitía que eso sucediera. Me considero un hombre de principios y si pretendo a una mujer me dedico completamente a ella.

Cuando ocurrió el "accidente" de que la mujer que yo pretendía decidiera salir con uno de mis camaradas, la única persona que se mantuvo a mi lado ayudándome a seguir adelante fue mi amiga. Le llamaba todos los días para platicar o desahogarme, ella, pacientemente escuchaba todo y me daba consejos. Comencé a invitarla a salir y poco a poco descubrí que, lo poco que compartíamos, nos encantaba. Me deleitaba con sólo verle a los ojos, una mirada cálida y sincera. Me fascinaba verle la sonrisa pues significaba que era feliz.

No fue difícil entonces descubrir que lo que sentía antes no era un enamoramiento, era una obsesión... esto era diferente, no es que sintiera que sólo era feliz con ella, que era mi todo y que no podía vivir lejos o moriría. Sentía que simplemente la quería hacer feliz, que quería ser un mejor hombre por ella y compartir lo que ella quisiera de vida conmigo. Poco ha pasado desde el día que sentí eso, pero puedo jurar que siento que he muerto por ella, el amor me ha matado...

Nadie me dijo cómo moriría... pero nunca creí que de amor se trataría...