
Heme aquí, lidiando con la cuita que el hado me ha impuesto. Vagando por las calles de una ciudad que no tiene idea de mi existencia. Una ciudad que vive de vicios, de querellas y de oprobios. Nadie tiene mayor interés que el que tiene por sí mismo. Ensimismado y aún caminando sin rumbo, cruzo mi camino con quien reclama ser un prócer personaje, un sempiterno ser, me he encontrado con la única persona que representa el cesar de la vida, la Muerte.
En figura de la que alguna vez fue una bella mujer pero que el tiempo le otorgó la raquítica apariencia que hoy porta, aunque conservando un espíritu núbil y cierta lascivia. Solamente puedo contemplarla quietamente, fijando mi mirada en sus ojos, tan vacíos, y observar lo único que desea; pude ver el vehemente deseo por poseer mi alma. Aquello que muchos religiones deifican y llegan a reclamar como nuestro; aquello en lo que nunca creí pero siempre presentí que se encontraba dentro de mí, por fin me iba a ser arrebatado.
̶ ¿Qué quieres?
Fue lo único que pude decir. Estúpida pregunta, ya sabía la respuesta.
̶ Quiero liberarte.
̶ ¿Liberarme, de qué?
Y con una voz de susurro, apenas la escuché decir:
̶ Liberarte de la dependencia de tus huesos, de una corazón, del aire y del yantar para vivir. Quiero cesar tu existencia en esta realidad, que tu familia llore en las exequias que te dedicarán y llenen su mente con preces para tu eterno descanso.
Con lágrimas queriendo salir de mis ojos, respondí:
̶ Pero, ¿por qué quieres que muera? Aún me quedan años para vivir, ¿o no?
̶ ¿Vivir? ¿Puedes llamarlo “vivir” en este mundo de ingente sufrimiento, con tu maldita depresión eterna? Simplemente eres patético, no eres digno de tu alma.
̶ ¡¿Qué dices?! En ningún momento he tratado de ofenderte, y pensar que en alguna ocasión llegué a inmolar personas para tu favor. Cual montaraz hombre de una civilización perdida, pensé que sería de tu agrado.
̶ No es parte de los hombres tratar con la vida de los mismos, más que con la de uno mismo. Es evidente que tú no eres acreedor del respeto de nadie, ni mío ni de los tuyos. No eres ni siquiera acreedor al derecho sobre tu alma, has desperdiciado tu vida cometiendo errores, tan inteligente eres capaz de verlos pero no enmendarlos.
̶ Entonces, tú podrás ayudarme. ¿No es así?
Me encontraba en una desesperación total, como un bajel a la deriva. Simplemente no podía perder todo lo que conozco, lo que he amado, tocado y pensando; no podía perderlo todo en un instante.
̶ Ahora que me presento es cuando buscas ayuda, nunca tuviste la decencia de valorarte como eres. No puedes pedir ayuda para que aprendas a valorar. Ver un espejo y observar a los ojos a un extraño que te mira fijamente, conocerlo y quererlo, es simplemente imposible para ustedes. Lo primero que buscan es el tahalí donde yace la espada que dará muerte al extraño. ¿Cómo no serán un pueblo de la guerra si la guerra es declarada sólo por ustedes hacía ustedes?
̶ Pero, no logró entenderte. Sólo sé que prefiero beber el peor tósigo antes que verte llevar mi vida fuera de este mundo.
̶ Mejor ejemplo no pude haber dado. No vengo a ayudarte pero puedo destruir tus dolores y sufrimientos. Cuando sólo sufres en la vida, sin encontrar algún haz de luz que prometa esperanza; cuando así sufres, ¿para qué vivir? Es la única forma en que te puedo ayudar, pero te causo miedo e incertidumbre. ¿No es esto lo que has reclamado con tu propia destrucción? Ahora, no rechaces el final que tu propia mano ha venido forjando.
̶ ¿No tendré alguna oportunidad? ¿Es que no conoces la misericordia?
̶ Aun entre tu gente no había encontrado a un ser tan ignorante. Con 36 años de oportunidades, ¿todavía reclamas misericordia cuando ella te ha besado la frente tantas veces? Eres ciego ante el amor, yo, un ser oscuro, puedo sentirlo a mayor cantidad que tú, que estás hecho para amar.
̶ Amaré a cuanto ser pueda, lo ayudaré y protegeré. Prometo cambiar, ser mejor.
̶ ¿Te podré decir que vivas el resto de tus días como religioso y lleves el mensaje a cuanta alma puedas?
̶ Así lo haré, lo juro.
̶ Jajá, vive como quieras.
̶ Y heme aquí, pudiendo burlar a la muerte.
̶ ¿Y has cambiado en algo?
̶ En realidad, no.
Este pasaje fue redactado por mi buen amigo Alan Daniel Mosqueda Cruz, a quién admiro y estimo. Un verdadero amigo, de aquellos que sólo se pueden contar con una mano. Le agradezco que me deje publicar su obra y con el mayor aprecio le saludo.
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